Esto lo escribió Louis Cattiaux del libro «El Mensaje Reencontrado», pero se ajusta tan bien a nuestro Libro de Samahel que lo comparto con vosotros (Isabel Ibañez de Garayo).
Estudiemos los triples misterios antiguos.
Reverenciemos las doctrinas y las fábulas sagradas. Busquemos el bien que subsiste en el mal. Meditemos sobre las obras de los profetas y de los santos filósofos. Comprendamos que sólo hay un Dios, una sola ciencia y una sola creación en todas partes y siempre.
La verdad se oculta bajo el velo de las fábulas y las parábolas, es necesario un espíritu muy recto y muy penetrante para descubrirla, así como se precisa un ojo muy ejercitado para reconocer el diamante bajo la envoltura que lo protege. El inteligente compara minuciosamente las palabras de los Sabios para descubrir el lugar donde todos concuerdan.
Confrontando las doctrinas de todos los libros santos es como se puede descubrir la verdad del Único.
Todo hombre debe beneficiar a sus semejantes con los dones que ha recibido de Dios, a fin de participar en la liberación general y particular del Universo mixto.
Honraremos a Dios dando a conocer el Libro a los que buscan una salida a sus penas.
Así, debemos confrontar las palabras y el pensamiento de los libros santos de la humanidad a fin de acceder a la unidad trascendente que hace concordar entre sí a todos los Sabios iluminados de Dios, desde el comienzo hasta el fin.
Recordemos, no obstante, que la llana razón de los hombres exiliados se opone por completo a la inspiración y a la revelación del Señor de luz.
Los hipócritas, los mediocres y los ateos bien pueden rechazar el Libro; los creyentes libres lo propagarán con la ayuda del Espíritu Santo que lo ha inspirado, y su multitud cubrirá toda la tierra si permanecen unidos en Dios en sus corazones y si no violentan a nadie en su fe.
Todos quieren mejorar su suerte de agonizantes, pero muy pocos intentan escapar definitivamente de esta condición lamentable.
Todos se apasionan por los asuntos del mundo impermanente, muy pocos piensan en estudiar la revelación prodigiosa de los Hijos de Dios.
Los inspirados de Dios buscarán lo que concuerda en las santas Escrituras y vivirán. Los inspirados del demonio buscarán lo que se contradice y perecerán.
Porque cada cual será juzgado por su propio ojo y por su propio corazón.
Hay una bendición para quien propaga el Libro, y hay una bendición para quien lo recibe. Hay una bendición para quien lee el Libro, y hay una bendición para quien lo escucha. Hay una bendición para quien estudia el Libro, y hay una bendición para quien lo aplica. Hay una bendición para quien experimenta el Libro, y hay una bendición para quien lo realiza.
¿No enviará el Señor un signo que todos puedan ver y oír, a fin de que los mejores vuelvan a él? ¿Y a fin de que arrastren las masas a convertirse a él en sus corazones antes del juicio del fin?
El Libro es un signo para los que todavía ven y oyen un poco en el crepúsculo del fin, pero ¿cuántos lo conocen y cuántos lo transmiten?
Roguemos al Señor misericordioso a fin de que también manifieste un signo público para los que ya no ven ni oyen nada en el mundo enfermo y agonizante.
Escucharemos en las asambleas los comentarios y las explicaciones de las santas Escrituras, que nos reconfortarán en nuestra espera o nos ayudarán en nuestra búsqueda. Y estudiaremos las santas Escrituras en la soledad de nuestra habitación y en el secreto de nuestro corazón, a fin de que la luz del Perfecto se manifieste en nosotros.
Presentemos el Libro a cada puerta y a cada corazón. Los que lo reciban y los que lo rechacen se juzgarán ellos mismos.
Los que hayan puesto obstáculos al Libro tendrán su castigo y los que lo hayan ayudado tendrán su recompensa, pues todo será juzgado y pesado el día del ajuste de cuentas. Es una promesa que se realizará y que sorprenderá a muchos creyentes y a muchos incrédulos, el día en que la palabra de Dios sea desvelada en los corazones.
¡Oh!, ¿quién dirá con nosotros la urgencia del arrepentimiento? Y ¿quién vendrá a ayudarnos a reunir la simiente del mundo nuevo?
¡Oh!, ¿quién lanzará con nosotros el grito de alarma antes de que el absurdo engulla el mundo? Y ¿quién rogará al Señor de perdón, a fin de que el Libro aparezca antes del golpe centelleante de su rayo que retumba?
¡Oh!, ¿quién se ayudará a sobrevivir ayudándonos en nuestra misión que se ha vuelto imposible por la indiferencia de todos?
Y ¿quién se salvará refugiándose bajo las alas del Altísimo, mientras la puerta todavía está entreabierta? ¿Cómo nos recibirá nuestro Señor si ni siquiera conseguimos hacer oír su amonestación en este mundo agonizante y profanador?
Ahora, henos aquí responsables, cada uno ante el Señor, de nosotros mismos, de nuestros hijos, de nuestros padres, de nuestros amigos, de nuestros servidores y de nuestro entorno, si descuidamos advertirles de la amenaza y de la promesa del Libro de la última hora.
Ahora, henos aquí como atados al trabajo y como puestos bajo el yugo del Señor que retribuye a los obreros de su viña, y no podemos retroceder sin caer en la fosa de donde no se vuelve. Avancemos, pues, valerosamente, ya que el reposo del Señor está cerca, y su salario es la salvación eterna que no decepciona.
(Fuente: El Mensaje Reencontrado)